Éxito o Amor, esa es la cuestión

Conocí a Gianfranco, mi esposo, hace casi siete años. Los primeros años de nuestra relación estuvieron marcados por mi pánico al compromiso y por mis ganas locas de seguir viviendo la vida a mi manera. Y es que, desde que tengo uso de razón, he estado más interesada en cumplir mis metas y sueños que en las relaciones. En mis veintes descubrí que esas metas, aparentemente, intimidaban, y yo, al haber tenido la suerte de crecer con papás que apoyaron cada una de ellas, no estaba dispuesta a dejarlas por nadie. Pero la vida me ha enseñado que nada es blanco y negro, incluso en el amor y las relaciones. 

Vivir en Nueva York fue, sin duda, una experiencia que me marcó. En mis tres años en esa ciudad, me crucé con personas de todo el mundo y de distintos backgrounds. Viniendo de una sociedad conservadora como la limeña, conocer a personas mayores que yo sin hijos o parejas fue extremadamente refrescante y me hizo notar que era una opción de vida que me fascinaba. Conocí a Gianfranco a mi regreso a Lima y, aunque una relación seria era lo opuesto a lo que buscaba en ese momento, terminé descubriendo que, con la persona correcta, la vida de a dos es tan increíble como la vida sola.

Cuando decidí mudarme a París a hacer una maestría, Gianfranco me dejó muy claro que estaba dispuesto a seguirme, pero yo no quería que lo hiciera. ¿La verdad? En ese momento no podía imaginarme haciendo lo mismo por él porque pensaba que seguir el sueño de uno significaba renunciar al del otro. Me tomó tiempo entender que era simplemente parte de construir una vida juntos y que, en realidad, el seguirme también venía con nuevas oportunidades y sueños para él. 

A partir de ese momento, comenzamos a pensar nuestras metas profesionales como equipo y con dos condiciones no negociables: vivir siempre en una ciudad grande y donde los dos podamos trabajar. Esto quería decir que, si uno de los dos no podía tramitar un permiso de trabajo, la mudanza no era una opción. En los pocos años que tenemos viviendo juntos, ya nos ha tocado dejar algunos planes por esto, pero, sorprendentemente para mí, nos ha permitido encontrar opciones más emocionantes para ambos y para el futuro que estamos construyendo juntos.

Lo que me asombra es que, por más que cada vez conozco más parejas en situaciones similares, todavía sigue siendo mucho más común la idea del amor heterosexual tradicional, en el que la mujer deja todo por el hombre. Y, aunque hay muchas relaciones que funcionan maravillosamente bajo esa figura, hace falta hablar de las tantas parejas como nosotros. Parejas que no encajamos en los roles de género tradicionales y que estamos luchando, a través de nuestras decisiones personales y profesionales, por un futuro más igualitario. Porque lo cierto es que la vida de a dos es increíble, cuando se respeta y celebra la individualidad de cada uno.