¿Ahora sí?
Tengo síndrome de ex niña nerd. En mi infancia no tenía muchos amigos, nunca estaba al tanto de las cosas de moda (no por cool y superada sino porque llegaba tarde) y no era particularmente llamativa. Encima tenía una personalidad “fuerte”, que todos sabemos es la forma amable que tenían mis padres de decir que era (¿soy?) insoportable.
Según estudios sumamente infundados y realizados por quien escribe, este síndrome se manifiesta en unas ganas locas de probarle al mundo que ahora sí valemos la pena. Vivir por esa ex niña nerd y sólo tratar de honrarla.
Al final del día, el síndrome de niña nerd (patente pendiente) se manifiesta en la pregunta recurrente de “¿ahora sí es mi momento?”.
En el amor pasa algo similar.
Estamos acostumbrados a ser los dueños de nuestro destino porque nos lo enseñó Disney y el posmodernismo. Arremangarnos y luchar por lo que queremos parece ser la solución a todos nuestros problemas, pero cuando se trata de encontrar el amor, todo esfuerzo es en vano. Podemos repetir frente al espejo “ahora sí es mi momento”, pero a la tercera vez empezamos a creer más en Bloody Mary y menos en nuestro control de la situación.
Es difícil para los que acostumbramos tomar cartas en el asunto confiar en el destino. Mucho más si quien se encarga del tuyo evidentemente tiene un sentido del humor bastante sórdido y pocas ganas de colaborar. Lo llamaremos Carlos.
En lo personal, Carlos decidió que lo mío sería una película de desventuras. Orquestó la vez que estaba el que me gustaba en la playa y tragué agua cuando trataba de salir cual Baywatch. O la vez que diluviaba, se me apagó el auto y fui a decirle al de atrás sólo para descubrir que era mi ex con la novia nueva. Carlos se rió un montón con estas escenas.
Y así, uno escucha cómo el amor está en cada esquina y Carlos le va haciendo zancadillas para que se demore. Más que estar bailando a destiempo, Carlos nos tiene bailando a uno plena y al otro un vals. Ni siquiera me hizo buena bailarina.
Ahora está ganando popularidad el mindfulness y el vivir el momento. Sin embargo, cuando el presente no cubre una necesidad, terminamos en realidades paralelas: tratando de cambiar el pasado para ajustarnos a otro futuro, o tratando de proyectar el futuro con un presente que no necesariamente muestra promesa. Queremos crear el momento, ya no importa si es real.
A veces terminamos poniendo play a recuerdos en tonos sepia y risas en cámara lenta, con música de los 90 para ambientar. No es mi momento ahora, pero tuvimos uno y debemos atesorarlo. Nos olvidamos de que hoy no sentimos lo mismo, cuidamos el momento en el que nos conectamos y nos perdemos en una realidad que ya no está.
Cuando todo falla, apuntamos a escenarios futuros: qué puede hacer Carlos para que más adelante sea mi momento. Qué puedo hacer yo. Y ahí entramos en un mundo idílico y nos olvidamos de que, en este caso, no hay nada que hacer más que sentarse sobre las manos y esperar.
Si estás preguntándote si ahora te tocará tu momento, tal vez a vos también te tocó Carlos como artífice de tu destino. Mi más sentido pésame, pero lamentablemente no podemos señalarlo como el único culpable. El tiempo siempre fue un aliado necesario para el encuentro, pero nunca una excusa válida para el desencuentro amoroso.
¿Ahora sí es nuestro momento? Más allá de la poesía del destino, el amor se construye en el presente. La casualidad no estará de nuestro lado, pero si tenemos la voluntad y las ganas de disfrutar e intentar conectar en el presente, seguro es el momento correcto.
Carlos, igual esperamos tu colaboración cuando quieras.
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